Tras doce años en el poder, Vladimir Putin se ha convertido en el nuevo 'zar ruso', un monarca omnipotente con trono, pero sin corona, con los defectos y virtudes de otros jerarcas que gobernaron este país con mano de hierro como Iván el Terrible (siglo XVI), Pedro El Grande (XVII-XVIII) o Stalin (XX).
Nadie recuerda ya al primer presidente democráticamente elegido de la historia de Rusia, Boris Yeltsin, quien le cedió el poder un 31 de diciembre de 1999. Mientras tanto, 'Gorbi', como es conocido popularmente el último dirigente de la Unión Soviética, es admirado en Occidente, pero ignorado, cuando no vilipendiado, en su propio país.
El antiguo agente del temido KGB es una figura omnipresente en la vida de los rusos. No en vano les devolvió el orgullo perdido. Vladimir Vladimirovich Putin se ha convertido en la principal marca registrada rusa en el mundo, por encima del mismísimo vodka, el caviar, el ballet y los fusiles kalashnikov.
El líder ruso es infalible, sea como primer ministro, piloto, bombero, cazador, explorador, arqueólogo o ballenero. Putin no comete errores, ya que nunca hace promesas. No lo necesita, ya que está por encima del bien y el mal.
"Putin es nuestro líder, nuestro guía. Somos afortunados de ser sus contemporáneos", afirmó Alexandr Tambov, dirigente regional de Rusia Unida, después de que el presidente ruso, Dimitri Medvedev, anunciara que cedería el Kremlin a Putin en 2012. Esta frase podría aplicarse a autócratas de nuestro tiempo como el norcoreano Kim Jong-il o el cubano Fidel Castro. Ellos sólo pueden ser juzgados por la historia. Putin, cuya forma de Gobierno tiene más rasgos asiáticos que europeos, es el demiurgo de la nueva sociedad rusa, aún traumatizada por la caída de la URSS y humillada por las privatizaciones postsoviéticas.
"Putin es como los dictadores soviéticos. Quiere perpetuarse en el poder por todos los medios y sin consultar a la población", comentó a ELMUNDO.es Ludmila Alexéyeva, octogenaria activista soviética y rusa. No obstante, advierte que su base de poder no es tan sólida y que está directamente relacionada con el bienestar de la población.
Contrato social con el pueblo ruso
Según esa teoría, Putin habría suscrito un contrato social con el pueblo ruso, hastiado de tanta miseria. No obstante, si la mejora de la calidad de vida se ve frenada, entonces surgen las demandas de libertad y democracia.
"Un país tan grande como Rusia no puede ser dirigido por una sola persona durante tanto tiempo", opina Alexeyeva, que considera que hasta la legendaria resignación rusa tiene un límite.
Mijail Gorbachov ya ha advertido que la Rusia de Putin se aboca a un estancamiento social similar al que caracterizó los 18 años de mandato de Leonidas Brezhnev (1964-1982) y que la falta de reformas podría desembocar en las convulsiones políticas que precisamente Putin quiere evitar a toda costa.
La decisión de Putin de retornar al Kremlin de donde había salido en 2008, ya que la Constitución impide más de dos mandatos presidenciales consecutivos- alegró a muchos, indignó a algunos y no sorprendió a casi nadie.
"Putin no tenía más remedio que volver. El sistema político que él ha creado ya no funciona, pero sólo él puede forjar uno nuevo. El consenso entre las diferentes clanes de poder se ha terminado", apunta Fiodor Lukianov, conocido politólogo ruso. Lukianov considera que a Putin no le importa lo que piensen en Occidente, ya que es consciente de que nadie ni en Estados Unidos ni en Europa dudó ni un segundo que él seguía mandando.
La famosa 'tandemocracia' no fue una bicefalia, sino un interregno imperfecto que no ha dejado a nadie satisfecho. Los conservadores creen que Medvedev ha puesto en peligro la vertical de poder putinista, mientras los liberales creen que el presidente ha desaprovechado una gran oportunidad de modernizar el país.
'La marca registrada rusa'
"Si Stalin era el culto a la personalidad, Putin es la marca registrada rusa. Guste o no, Putin es un reflejo de la sociedad rusa, de sus aspiraciones y esperanzas. No hay otro político que se le acerque en autoridad e influencia. Putin se dio cuenta de que Medvedev no daba la talla", señala Lukianov. Con la vista puesta a sus próximos seis años de mandato presidencial, el experto cree que el eslogan será la lucha contra la corrupción, igual que antes lo fue la mano dura contra el terrorismo.
El Centro Levada, cuyos sondeos son el principal barómetro sociológico de Rusia, apunta que el presunto amor de los rusos a Putin no es ni incondicional, sino que responde más a una necesidad irracional de seguridad y estabilidad.
"No hay rasgos de admiración. A Putin lo apoyaron en su momento porque, nada más llegó al poder, gracias al aumento de los precios del petróleo, aumentaron los salarios y las pensiones. Si la situación económica cambiara, su popularidad también descendería. Putin es la única figura en la que confían los rusos, ya que el Parlamento, la policía y la Justicia están totalmente desprestigiadas", señala uno de los expertos de Levada.
En torno al 70% de los rusos cree que la decisión de que Putin regresara al Kremlin fue tomada hace mucho tiempo y, de hecho, casi la mitad de los rusos así lo deseaban. "Medvedev nunca llegó a librarse de la sombra de Putin", dijo.
Según las encuestas, añade, "más del 60% de los rusos no tiene ningún interés en política. Están a favor de las reformas, pero consideran que su opinión no cuenta y que no pueden hacer nada para cambiar la situación".
La confianza en Putin se encuentra en sus mínimos históricos, pero sigue estando por encima del 60% y Levada pronostica que aumentará en cuanto asuma la Presidencia en mayo del próximo año si, como es de esperar, gana las elecciones.
"Putin no necesita hacer promesas. Le basta con salir por la televisión, la principal fuente de información en Rusia. La oposición no aparece nunca. Putin es un hombre de acción que siempre responde de lo bueno. La gente relaciona a Putin con las victorias y a Medvedev con las derrotas", apunta.
Las tímidas reformas de Medvedev
Mientras, el activista opositor Yevgueni Ijlov califica de "tragedia" el retorno de Putin, al que describe como un "producto de propaganda". "Ahora regresarán al poder los revanchistas, chekistas y reaccionarios, que se vengarán de los que apoyaron las tímidas reformas de Medvedev", opina.
Ijlov augura malos tiempos para Rusia: "La sociedad se desmoralizará, la gente saldrá a la calle, el régimen reprimirá las protestas, el nacionalismo se extenderá, habrá una revolución que no será de terciopelo y Rusia se desintegrará como la URSS". Lamentablemente, el activista considera que "Medvedev ha perdido toda autoridad moral al dejarse humillar por Putin, que es el nuevo 'caudillo ruso', sin el que nada funciona, ya que él es el sistema. El zar medieval que aprovechó la histeria del pueblo ruso, herido en su orgullo por la caída de la URSS".
"La elección para los rusos es fácil: o Putin o el caos", sentenció.