dimecres, 5 d’octubre del 2011

Los Buenos Soviéticos

La Revolución Rusa, como todas las de su especie, prometió fundar una nueva astronomía de hombres que iban a confeccionar un mundo inédito. Presuntamente mejor. Pero la Revolución Rusa, como todas las de su especie, acabó traicionando sus principios de igualdad, equilibrio y modernidad en favor de una mecánica de terror, codicia y manías persecutorias que arrasaron uno de los periodos más luminosos de la Cultura en la historia del siglo XX.

Aquellas ideas que empujaron a pintores, escultores, arquitectos, cineastas, diseñadores, dramaturgos y poetas quedaron al final relegadas a engordar los archivos policiales de Lubianka, el cuartel de la policía secreta revolucionaria cuando Stalin comenzó las purgas de intelectuales. La Casa Encendida, de la Obra Social de Caja Madrid, recorre en una intensa exposición, 'La caballería roja. Creación y poder en la Rusa soviética de 1917 a 1945', aquel momento luminoso que confeccionó un nuevo pasiaje artístico y social entre 1917 y 1945. Años en que los vasos comunicantes entre política y cultura funcionarion, aunque la fiesta duró poco.

La muestra, de la que es comisaria Rosa Ferré, acoge más de 200 piezas que repasan la efervescencia de las vanguardias rusas en todos sus frentes: de la pintura al cine, del diseño a la literatura, de la música a la arquitectura...

El cuadro de Malevich titulado 'La caballería roja', título compartido con el libro de relatos de Isaak Bábel, es el punto de partida de una exposición que comienza como reflejo de una fiesta aún por explorar y termina en el árido paisaje del realismo socialista, con casi todos los creadores 'arrasados' de un modo u otro por desafecto al régimen, por disidencia, por no plegarse.

Lenin comenzó y Stalin remató. Ambos aparecen intercalados en la cita, junto a una estela fastuosa de obras de Rodchenko, Kandinski, Chagall, El Lissitzky, Popova, Tatlin, Klucis, Piménov, Eisenstein, Vértov, Theremin, Shostakóvich, Prokófiev... O manuscritos de Maiakovski, Bulgákov, Pásternak, Ajmátova... Todos fueron hacedores y víctimas del momento. "Toda aquella aventura fue en el fondo una fatalidad. Aquella increíble concentración de talento caminó en paralelo a una concentración de maldad inédita", explica José Guirao,

Los ideales del mundo nuevo que prometió la revolución se convirtieron en un cepo. El arte se vio achicado hasta convertirse en herramienta de propaganda. Los artistas, fumigados. Osip Mandelstam lo sintetizó en una frase feroz: "En ningún país del mundo la poesía importa tanto como en Rusia... Matan por ella". Ninguno se libró del I + D del terror que impuso el Soviet: pero quedó el tesoro de unos años en los que la vanguardia rusa creó un pabellón fascinante, una de las más radicales propuestas del siglo pasado cuya fuerza, a lo lejos, permanece.

dissabte, 1 d’octubre del 2011

Putin, marca registrada.

Extret de l'article d'Óscar Gantes | Moscou, el diari el Pais.


Tras doce años en el poder, Vladimir Putin se ha convertido en el nuevo 'zar ruso', un monarca omnipotente con trono, pero sin corona, con los defectos y virtudes de otros jerarcas que gobernaron este país con mano de hierro como Iván el Terrible (siglo XVI), Pedro El Grande (XVII-XVIII) o Stalin (XX).

Nadie recuerda ya al primer presidente democráticamente elegido de la historia de Rusia, Boris Yeltsin, quien le cedió el poder un 31 de diciembre de 1999. Mientras tanto, 'Gorbi', como es conocido popularmente el último dirigente de la Unión Soviética, es admirado en Occidente, pero ignorado, cuando no vilipendiado, en su propio país.

El antiguo agente del temido KGB es una figura omnipresente en la vida de los rusos. No en vano les devolvió el orgullo perdido. Vladimir Vladimirovich Putin se ha convertido en la principal marca registrada rusa en el mundo, por encima del mismísimo vodka, el caviar, el ballet y los fusiles kalashnikov.

El líder ruso es infalible, sea como primer ministro, piloto, bombero, cazador, explorador, arqueólogo o ballenero. Putin no comete errores, ya que nunca hace promesas. No lo necesita, ya que está por encima del bien y el mal.

"Putin es nuestro líder, nuestro guía. Somos afortunados de ser sus contemporáneos", afirmó Alexandr Tambov, dirigente regional de Rusia Unida, después de que el presidente ruso, Dimitri Medvedev, anunciara que cedería el Kremlin a Putin en 2012. Esta frase podría aplicarse a autócratas de nuestro tiempo como el norcoreano Kim Jong-il o el cubano Fidel Castro. Ellos sólo pueden ser juzgados por la historia. Putin, cuya forma de Gobierno tiene más rasgos asiáticos que europeos, es el demiurgo de la nueva sociedad rusa, aún traumatizada por la caída de la URSS y humillada por las privatizaciones postsoviéticas.

"Putin es como los dictadores soviéticos. Quiere perpetuarse en el poder por todos los medios y sin consultar a la población", comentó a ELMUNDO.es Ludmila Alexéyeva, octogenaria activista soviética y rusa. No obstante, advierte que su base de poder no es tan sólida y que está directamente relacionada con el bienestar de la población.

Contrato social con el pueblo ruso

Según esa teoría, Putin habría suscrito un contrato social con el pueblo ruso, hastiado de tanta miseria. No obstante, si la mejora de la calidad de vida se ve frenada, entonces surgen las demandas de libertad y democracia.

"Un país tan grande como Rusia no puede ser dirigido por una sola persona durante tanto tiempo", opina Alexeyeva, que considera que hasta la legendaria resignación rusa tiene un límite.

Mijail Gorbachov ya ha advertido que la Rusia de Putin se aboca a un estancamiento social similar al que caracterizó los 18 años de mandato de Leonidas Brezhnev (1964-1982) y que la falta de reformas podría desembocar en las convulsiones políticas que precisamente Putin quiere evitar a toda costa.

La decisión de Putin de retornar al Kremlin de donde había salido en 2008, ya que la Constitución impide más de dos mandatos presidenciales consecutivos- alegró a muchos, indignó a algunos y no sorprendió a casi nadie.

"Putin no tenía más remedio que volver. El sistema político que él ha creado ya no funciona, pero sólo él puede forjar uno nuevo. El consenso entre las diferentes clanes de poder se ha terminado", apunta Fiodor Lukianov, conocido politólogo ruso. Lukianov considera que a Putin no le importa lo que piensen en Occidente, ya que es consciente de que nadie ni en Estados Unidos ni en Europa dudó ni un segundo que él seguía mandando.

La famosa 'tandemocracia' no fue una bicefalia, sino un interregno imperfecto que no ha dejado a nadie satisfecho. Los conservadores creen que Medvedev ha puesto en peligro la vertical de poder putinista, mientras los liberales creen que el presidente ha desaprovechado una gran oportunidad de modernizar el país.

'La marca registrada rusa'

"Si Stalin era el culto a la personalidad, Putin es la marca registrada rusa. Guste o no, Putin es un reflejo de la sociedad rusa, de sus aspiraciones y esperanzas. No hay otro político que se le acerque en autoridad e influencia. Putin se dio cuenta de que Medvedev no daba la talla", señala Lukianov. Con la vista puesta a sus próximos seis años de mandato presidencial, el experto cree que el eslogan será la lucha contra la corrupción, igual que antes lo fue la mano dura contra el terrorismo.

El Centro Levada, cuyos sondeos son el principal barómetro sociológico de Rusia, apunta que el presunto amor de los rusos a Putin no es ni incondicional, sino que responde más a una necesidad irracional de seguridad y estabilidad.

"No hay rasgos de admiración. A Putin lo apoyaron en su momento porque, nada más llegó al poder, gracias al aumento de los precios del petróleo, aumentaron los salarios y las pensiones. Si la situación económica cambiara, su popularidad también descendería. Putin es la única figura en la que confían los rusos, ya que el Parlamento, la policía y la Justicia están totalmente desprestigiadas", señala uno de los expertos de Levada.

En torno al 70% de los rusos cree que la decisión de que Putin regresara al Kremlin fue tomada hace mucho tiempo y, de hecho, casi la mitad de los rusos así lo deseaban. "Medvedev nunca llegó a librarse de la sombra de Putin", dijo.

Según las encuestas, añade, "más del 60% de los rusos no tiene ningún interés en política. Están a favor de las reformas, pero consideran que su opinión no cuenta y que no pueden hacer nada para cambiar la situación".

La confianza en Putin se encuentra en sus mínimos históricos, pero sigue estando por encima del 60% y Levada pronostica que aumentará en cuanto asuma la Presidencia en mayo del próximo año si, como es de esperar, gana las elecciones.

"Putin no necesita hacer promesas. Le basta con salir por la televisión, la principal fuente de información en Rusia. La oposición no aparece nunca. Putin es un hombre de acción que siempre responde de lo bueno. La gente relaciona a Putin con las victorias y a Medvedev con las derrotas", apunta.

Las tímidas reformas de Medvedev

Mientras, el activista opositor Yevgueni Ijlov califica de "tragedia" el retorno de Putin, al que describe como un "producto de propaganda". "Ahora regresarán al poder los revanchistas, chekistas y reaccionarios, que se vengarán de los que apoyaron las tímidas reformas de Medvedev", opina.

Ijlov augura malos tiempos para Rusia: "La sociedad se desmoralizará, la gente saldrá a la calle, el régimen reprimirá las protestas, el nacionalismo se extenderá, habrá una revolución que no será de terciopelo y Rusia se desintegrará como la URSS". Lamentablemente, el activista considera que "Medvedev ha perdido toda autoridad moral al dejarse humillar por Putin, que es el nuevo 'caudillo ruso', sin el que nada funciona, ya que él es el sistema. El zar medieval que aprovechó la histeria del pueblo ruso, herido en su orgullo por la caída de la URSS".

"La elección para los rusos es fácil: o Putin o el caos", sentenció.